Una anécdota no conocida de Amalia Lacroze de Fortabat

Alrededor del  año 84 pudimos lograr que el Congreso de la Nación nos acompañara con las primeras leyes que rescataban la memoria emotiva de los argentinos en relación a la reivindicación de los combatientes de Malvinas. Es conocida nuestra posición ante la acción bélica desatada el 2 de abril de 1982, no obstante, nos pareció que se debía restablecer un equilibrio que contuviese a quienes habían combatido en las islas y por eso tomamos la decisión de plantear el otorgamiento de un Diploma de Honor y la Medalla de Hierro para todos aquellos convocados a la batalla que se desarrolló en las Islas Soledad y Gran Malvina.
No fue sencillo. Recién salíamos de la dictadura militar. Tuvimos que enfrentar en la Comisión de Defensa -en manos de hombres de la UCR en ese año- cuyo Presidente era el Dr. Balbino Zubiri, que me increpara en un plenario, acusándome de “querer reivindicar a Galtieri o a la Junta Militar”; aclaro que el Dr. Zubiri no había leído aún los fundamentos del Proyecto de Ley.
Lo cierto es que se acompañó, por unanimidad, la Ley N° 23118/84 que establecía condecorar a aquellos que lucharon por la Patria en Malvinas. Junto con esta Ley se votó el proyecto que otorgaba prioridad para los excombatientes en materia de salud, educación y vivienda (Ley N° 23109), la Ley N° 23848 que fijaba la pensión graciable y su modificatoria, la Ley N° 24652,  que la convirtió en pensión de guerra.
Sin embargo, al querer implementar estas leyes, -sobre todo la Medalla de Hierro y el Diploma de Honor- nos encontramos con un serio inconveniente: al elevar la solicitud al Gobierno de la Nación presidido, en ese entonces, por el Dr. Raúl Alfonsín, se nos manifestó que no había presupuesto para abonar el valor y el acuñamiento de las medallas.
Este hecho tomó carácter público y al poco tiempo recibí en mi despacho un llamado que me sorprendió gratamente. La Sra. Amalia Lacroze de Fortabat, quien conocía de las dificultades para costear el reconocimiento, se ofrecía para “darnos una mano”, y yo –presuroso por llevar a cabo el hecho- acepté con mucho gusto.
En ese sentido, la Sra. de Fortabat concretó una reunión en el edificio sito en Chacabuco y Av. De Mayo, donde actualmente está la Embajada de Israel. Allí se encontraban industriales y empresarios que, bajo la mirada y la palabra de la señora Lacroze de Fortabat, escucharon atentamente los argumentos de quien suscribe, planteando la importancia y la necesidad de este gesto reparador para con nuestros soldados que, al regresar al continente, no habían recibido nada de quienes habían ordenado esa guerra absurda.
Así conseguimos el dinero para la confección de las dos mil medallas, cuya mayor parte fue distribuida en dos actos solemnes que se llevaron a cabo entre Senadores y Diputados en el recinto de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.
Ahí tuvimos la oportunidad de colocar en el pecho de los soldados de cada una de las fuerzas intervinientes en la confrontación, entre ellos algunos hombres destacados como quien luego sería el Jefe del Ejército, el actual teniente general (r) Don Martín Balza, las Medallas de Hierro y entregar el Diploma de Honor correspondiente.
Me pareció que debía tomar estado público este gesto, porque no fue un hecho aislado, sino que –como pude comprobar tiempo después cuando vi a la Sra. entrar en un restaurant con excombatientes- fue una actitud sostenida en el tiempo para con estos hombres que dejaron todo por defender la soberanía argentina, en procura de mitigar, en parte, los dolores que la guerra les había producido.
Tuvimos otros encuentros a lo largo de estos años, como cuando la Marina de Guerra nos condecoró como Civiles con Servicios Distinguidos. Reconocimiento que guardo con orgullo, porque no escapará a mis compañeros y compañeras que soy un hombre que puedo haberse equivocado muchas veces, pero que nunca bajó las banderas que distinguen al Movimiento Peronista desde su inicio.
Creo que es hacer honor a la verdad el que se sepa de una actitud que enalteció la figura de esta mujer a quien desde ese momento respeté.
Recuerdo con verdadero sentimiento y pesar a la Sra. Lacroze de Fortabat sabiendo que estoy haciendo un acto de estricta justicia para con la memoria colectiva de los argentinos.
Un fuerte abrazo peronista para todos.

 

LORENZO PEPE
Diputado de la Nación (m.c.)
Secretario General

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