Un relato para compartir

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Ayer fuimos invitados por el Instituto Nacional Juan Facundo Quiroga, constituido, para alegría de muchos, entre los que me encuentro, hace poco tiempo. Recibimos la invitación tanto del compañero Miguel A. Lentino, su Presidente, como del Secretario, Pablo Adrián Vázquez para el homenaje y recordatorio del 187º Aniversario del Vil Asesinato del gran Caudillo Argentino, Don Juan Facundo Quiroga. El acto se realizó en el Cementerio de la Recoleta.

Tuvimos una Guardia de Honor, formada por tres Granaderos con el uniforme histórico, uno de ellos trompa, que al final del acto hizo sonar vibrantemente el clarín, que me emocionó. Fue un minuto, en memoria de uno de los grandes Federales que la República tuvo.

A veces me he preguntado “por qué cuernos” yo no nací en esa época. Seguro que no habría ni polvo de recuerdo de nosotros, porque la lucha entre federales, bando en el que yo habría estado contra los unitarios y cipayos, hubiera sido a muerte.

Pero hablemos del presente. Hubo un grupo importante de compañeros y compañeras mujeres, mayores todos, y algunos muchachos muy jóvenes, los suficientes para representar a la juventud en la Recoleta.

El compañero Lentino, en calidad de Presidente del Instituto, me pidió que tomara la palabra. Me tomó de sorpresa porque yo iba preparado para escuchar, pero no para hablar. De todas formas hablé. Y, según dicen los compañeros que “me hacen pata”, estuve bien. Terminé mi intervención, que fue muy corta, con un estentóreo ¡Viva la Patria Carajo!  Adentro del cementerio. Estaba de más el carajo, pero me parecía que era una especie de ratificación de nuestro amor y tremendo compromiso con esta Nación que nos ha parido y a la que tanto amamos.

Algunos dirán que está mal. No sé, a mí me gusta. Y sigo diciendo que ojalá no ocurra nunca, pero si tuviera que morir en defensa de esta tierra, lo haría. Cuando ocurrió la Guerra de Malvinas, yo ya era muy mayor. Me ofrecí como voluntario, el Ejército me agradeció  y me dijo que me quedara en mi casa, cuidando mi hogar. Estaba grande para la Guerra. Pero hubiera ido porque algún mate cocido hubiera servido a nuestros soldados. Y hoy podría decirles a mis compañeros y muy pocas mujeres (que a lo último también intervinieron) “estuvimos en la Guerra”. Frase dolorosa si la hay. La mejor juventud en el mundo se ha perdido, en las dos grandes Guerras mundiales, la primera de 1914 y la segunda, iniciada en 1939. Nunca más guerras que dividan a los pueblos. Muchas veces por un pedazo de tierra. Nunca más y rogamos que así sea.

Preservemos a nuestra juventud, que estudien ciencias políticas, abogacía, docencia, periodismo, en fin, todo aquello que está al alcance de las nuevas juventudes. Hay que prepararse para dar la pelea por la vida,  que es la única que vale la pena llevar a cabo.

Hagámoslo queridas compañeras y queridos compañeros. Entre todos. Que nada nos separe. Que todo nos una. El General había acuñado una frase que decía que si “nos cuesta ir tanto unidos, vayamos juntos”, que es un sinónimo.

Ojalá así el futuro encuentre a nuestro amado Pueblo argentino. El Peronismo no trata al pueblo “de gente”, no. No corresponde. Es nuestro Pueblo, lleno de trabajadores, muchos trabajadores. Y un grupo de dirigentes que se han dedicado, nos hemos dedicado, a gobernar este país querido.

Ojalá todos tengamos éxito, en el emprendimiento que cada uno ha elegido llevar a cabo.

Ruego que así sea.

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