Un agradecimiento que implica, en el fondo, una decepción

Con motivo del cumplimiento de 30 años de Democracia, durante 2013 se ha reconocido el valor del Parlamento, como base fundamental de las instituciones democráticas. En ese sentido, debo agradecer el acto del pasado 26 de marzo en el Salón Azul del Congreso, cuando el semanario “Parlamentario” distinguió a dos diputados de la Nación, mandato cumplido: el Dr. Raúl Baglini, por la Unión Cívica Radical, y el suscripto, en su calidad de hombre del Peronismo.

El 6 de diciembre de 2013, el diputado en ejercicio, Alberto Asseff llevó a cabo un modesto reconocimiento que, sin embargo, tuvo el calor de un abrazo sobre los muy pocos diputados (mandato cumplido) presentes en la convocatoria, llevada a cabo en el Salón de los Pasos Perdidos.

En esa ocasión, tuve la alegría de encontrarme con compañeros y colegas; todos, como yo, ya muy mayores; otros, más de la mitad de los que llegamos ese histórico 10 de diciembre de 1983, han partido definitivamente. Los deudos, algunas esposas –muy pocas- y un grupo más numeroso de hijos y/o nietos estuvieron para escuchar algunas palabras de recordación de tan emotivo momento.

Finalmente, el pasado 11 de diciembre, en el Salón de Actos de la Asociación del Personal Legislativo (APL), que preside Norberto Di Próspero, se llevó a cabo un encuentro cargado de emociones para recordar los 30 años de Democracia en nuestra amada República. El Salón estuvo repleto de trabajadores del Congreso de la Nación, administrativos, de maestranza, de seguridad, bibliotecarios, en fin, compañeros y amigos a quienes quise y quiero con un profundo cariño –diría- cuasi paternal.

En dicho encuentro, Norberto Di Próspero, “Peto” para sus amigos y compañeros, abrió el acto con sentidas y emotivas palabras de reconocimiento hacia aquellos primeros legisladores que llegamos el 10 de diciembre de 1983 al Congreso. Al acto fuimos invitados cuatro de aquellos hombres (en ese entonces, las mujeres legisladoras eran muy pocas, solo 11 diputadas y 3 senadoras, el 4,3 % del total) que habíamos ingresado al Parlamento Argentino: Marcelo Stubrin, Leopoldo Moreau, José Luis Manzano y quien esto suscribe.

Cada uno de nosotros agradeció al amigo Di Próspero la iniciativa de realizar esa reunión numerosa y emotiva. Hay que recordar que veníamos de recorrer un arduo camino, iniciado en 1955. En mi caso, que no fue una lucha solitaria, sino que compartí con miles de compañeros peronistas, se me aplicó el Plan Conintes durante siete meses en la Escuela de Caballería de Campo de Mayo cuando gobernaba Arturo Frondizi, estuve detenido en la cárcel de Devoto, quedé cesante alternativamente en cinco ocasiones, me enfrenté a la dictadura de Onganía, participé en la organización de la CGT de los Argentinos y di pelea hasta 1983, cuando luego de la derrota en Malvinas cayó la dictadura y a través de elecciones libres asumí como Diputado Nacional.

Los diputados de la Nación (mandato cumplido) Stubrin, Moreau, Manzano y yo recordamos hechos y circunstancias que, sin querer, nos tuvieron como protagonistas, como la dura y decidida actitud de defender a cualquier precio el Sistema Institucional recién instalado, luego de los bombardeos, los fusilamientos, la proscripción, y más tarde, el secuestro, la tortura, la desaparición de personas y la apropiación de recién nacidos durante la última dictadura militar, lo cual nos llevó a no ceder “ni un tranco de pulga”.

Y quedó demostrado en los hechos. Lo sucedido durante la Semana Santa, cuando los peronistas apoyamos al Presidente constitucional,  Dr. Raúl Alfonsín; Manzano, Cafiero y Luder se abrazaban en el balcón de la Casa Rosada que hizo famoso Perón; compañeros del Peronismo se mezclaban con hombres y mujeres del Radicalismo y de la izquierda tradicional; el predio de Campo de Mayo fue rodeado, y desde allí se insultaba y descalificaba a los oficiales y suboficiales que se habían rebelado contra el orden constitucional. Las calles de la Capital Federal estaban repletas de personas, miles de jóvenes y mayores, con una única “ideología”, que se fusionó en un solo grito: “¡Nunca más, usurpadores del poder popular!”; “La vida por las Instituciones de la República”.

Más tarde, se sucedieron los hechos de La Tablada, un acto llevado a cabo por el ERP, que orientaba entonces Gorriarán Merlo, y que fuera sofocado por tropas regulares del Ejército.

Durante el gobierno del ex Presidente Carlos Menem, el alzamiento en el histórico Regimiento 1º de Patricios fue rápidamente controlado por las fuerzas leales al mandato popular, las que en el enfrentamiento perdieron al Jefe del Regimento, el Teniente Coronel Hernán Pita, muerto por los sublevados.

En forma directa, los legisladores soportamos presiones enormes, amenazas de muerte vía telefónica, balazos de desconocidos, como el caso del diputado Héctor Alfredo Basualdo, quien protegió su vida respondiendo con el arma que portaba. O cuando en el antiguo comedor de la H. Cámara de Diputados, al lado del emblemático Salón de los Pasos Perdidos, agentes de la Policía Federal reunieron a los comensales para pedir que desalojaran ese ámbito por amenaza de bomba. Algunos –muy pocos- no nos movimos de nuestra mesa. Con el diputado del Partido Intransigente, Marcelo Miguel Arabolaza, nos quedamos en el sitio.

Y como corolario, el recuerdo de la crisis institucional de 2001, cuando el ex presidente Fernando de la Rúa renunció a la Presidencia, como consecuencia de un “corralito” sobre los ahorros, que fueron sustraídos, a centenares de miles de argentinos.

Esos 254 diputados (luego, 257) con los senadores de la Nación, en Asamblea Legislativa, dormimos, literalmente, durante una semana en nuestras bancas, buscando una salida que sostuviese el Sistema Democrático en pie. Y eso se consiguió, aunque existió un intento de aquella Corte Suprema de hacerse cargo del Gobierno, acto que fue frustrado por

la enérgica reacción de los diputados y senadores nacionales, que despedimos “amablemente” al emisario de esa Corte que pocos respetaban.

El Presidente transitorio Eduardo Duhalde convocó a una Mesa de Diálogo Nacional. Yo vi en la Residencia de Olivos ingresar a hombres del Radicalismo, como el Dr. Horacio Jaunarena, que fue designado Ministro de Defensa, o Leopoldo Moreau, que era consultado periódicamente por el Presidente transitorio.

¿Alguien puede creer que alguno de nosotros pensó que se pondría en duda nuestra pertenencia ideológica? ¡De ninguna manera!

¿Quieren más? Me parece suficiente. Podríamos narrar cuando en 1984, la H. Cámara de Diputados de la Nación dispuso la detención del cura Christian Von Wenrich durante una semana, en una habitación en la planta baja de la Cámara con custodia policial durante las 24 horas del día. El cura había manifestado, en una de sus homilías, su simpatía por el Proceso de Reorganización Nacional, ergo, la dictadura genocida.

Éramos la vanguardia de una sociedad que quería vivir en Paz y en Democracia. Y así lo entendimos nosotros.

Dicho esto, y aunque faltaría mucho más por contar, me pregunto si no se hubiese justificado que en Asamblea Legislativa, el Congreso Nacional le dedicara unos 15 o 20 minutos para recordar a aquellos hombres y mujeres que “desbrozaron” el camino para que otros llegaran sin acechanzas ni temores a desarrollar la tan importante tarea de legislar para mejorar la calidad de vida de los argentinos.

Estoy seguro de que los deudos, esposas e hijos o nietos, hubieran agradecido, en recuerdo del ser querido, recibir una medalla recordatoria, aunque fuera de  hierro, de bronce, de cobre… y si no, un papel en el que este Congreso de hoy los recuerde con reconocimiento y gratitud. Hubiese sido un aliciente importante y un ejemplo para los deudos de aquellos hombres y mujeres.

¡Ojo!, no pido nada para mí ni para mis queridos compañeros y colegas aún vivos, nosotros nos damos como muy bien gratificados de que el viento de la vida haya soplado a favor hasta hoy.

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