Se cumplen 20 años de la tragedia del 2001 que costó la vida a 39 argentinos cuando el pueblo, harto de despidos, inflación y “corralito”, salió a la calle a enfrentar al gobierno al grito de QUE SE VAYAN TODOS.
Las políticas de ajuste, las industrias que cerraban, la pérdida de empleo masiva y por último, el llamado “corralito financiero” que restringía la extracción de dinero de los bancos, dieron lugar a una crisis económica, social e institucional que explotó, espontáneamente, el 19 de diciembre, cuando las calles de todo el país se llenaron de gente desesperada que ya no tenía nada que perder. La situación financiera iba de una crisis en otra, con medidas como “el blindaje” y “el megacanje”, que sólo refinanciaban las deudas que el gobierno contraía, según palabras del propio gobierno, esperando las inversiones que, lógicamente, jamás llegaban a una Argentina con la economía en descenso y gran fuga de capitales.
Después del anuncio del “corralito”, comenzaron los cacerolazos de protesta. El 13 de diciembre las dos CGT y la CTA iniciaron su séptima huelga general en protesta por la situación de pobreza e indigencia en la que habían caído gran parte de los trabajadores. Comenzaron los saqueos de supermercados y los robos de camiones que transportaban alimentos: los desocupados de los barrios más carenciados, avanzaban sobre los comercios llevándose comida. A ellos se sumaron sectores de clase media pauperizada por las políticas económicas y el Presidente declaró el Estado de Sitio el 19 de diciembre, anunciando así que se suspendían las garantías constitucionales.
Miles de personas salieron a las calles golpeando sus cacerolas y se acercaron a la Plaza de Mayo, gritando “QUE SE VAYAN TODOS”. La furia se extendía como reguero de pólvora por todo el país y comenzó la represión.
A las siete de la tarde del 20 de diciembre, el presidente De la Rúa presentó su renuncia y nuestros ojos lo vieron salir de la Casa Rosada en un helicóptero, dejando atrás 39 muertos.
Sólo fue condenado el Secretario de Seguridad, a cuatro años y nueve meses, por el delito de homicidio culposo.
Este desgobierno produjo la crisis institucional más grande que vivió la Democracia y el Congreso de la Nación se hizo cargo del caos, tratando de poner orden, sucediéndose cuatro presidentes: Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y, por último, Eduardo Duhalde, quien asumió el 1° de enero de 2002 y gobernó hasta el 25 de mayo del 2003, cuando volvimos a tener un Presidente surgido de elecciones libres, Néstor Kirchner.
Hoy recordamos a esos muertos, producto de la incapacidad de un gobierno indiferente a los dolores de su pueblo. Que nos sirva a los argentinos esta dura experiencia para aumentar nuestro compromiso con el sistema Democrático.
Lorenzo Pepe