EN EL ACTO INAUGURAL DE LA CASA DEL DOCENTE Y DEL ESTUDIANTE ARGENTINO

Solamente deseo agregar dos palabras para unir mi júbilo al del señor Ministro de Educación, al de los maestros y alumnos argentinos que, de hoy en adelante, serán los dueños de esta magnífica casa, dedicada a un hogar de tránsito más dentro de nuestra organización social.

Señores:

Conozco desde hace cuarenta años el sueño de los maestros de poseer su casa, sueño que se tradujo en varias construcciones siempre inconclusas y que conocemos los que transitamos por las calles de Buenos Aires. Esa idea y esa aspiración inconclusa de los maestros se realizan hoy, no como una cuestión providencial sino como una cuestión natural de nuestra conciencia social. Uno de los trabajos en que más me he empeñado en mi obra personal, y el gobierno en la obra general, es en desarrollar la conciencia social del pueblo argentino. Yo pienso que los pueblos modernos no pueden vivir felices hoy en ninguna latitud de la tierra si no tienen desarrollada, y desarrollada profundamente, su conciencia social. Éste es otro paso hacia el desarrollo de esa conciencia social que unirá más fuertemente a los ciudadanos argentinos y a sus agrupaciones internas, tratando, por este medio, de llegar al más alto de los objetivos que la Nación puede perseguir: la unión indestructible y absoluta de todos los argentinos.

Deseo, señores, que esta casa del docente y del estudiante, desde hoy en adelante, albergue entre sus muros a personas felices, y que en el devenir de los tiempos argentinos, sea esta casa el albergue natural de hombres, mujeres y niños argentinos, cada día más felices.

Deseo hacer un pequeño obsequio. Hace poco tiempo me regalaron en Mendoza un juego de mosaicos en hierro forjado, magnifica expresión del arte de las provincias de Cuyo, que yo quiero obsequiar a esta casa y que voy a hacer enviar hoy mismo.

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