Discurso de Renunciamiento de Eva Perón del 31 de agosto de 1951

Discurso pronunciado el 31 de agosto de 1951 al hacer conocer su renunciamiento a completar la fórmula del Justicialismo, transmitido por la Red Argentina de Radio Difusión

 

\»Compañeros: quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi Patria quisieron honrarme en el histórico Cabildo Abierto del 22 de agosto.
Ya en aquella misma tarde maravillosa, que nunca olvidarán ni mis ojos ni mi corazón, yo advertí que no debía cambiar mi puesto de lucha en el movimiento peronista por ningún otro puesto. Desde aquel momento, después de aquel diálogo entre mi corazón y mi pueblo, he meditado muchos en la soledad de mi conciencia, y reflexionado fríamente he tomado mi propia decisión que en forma irrevocable y definitiva he presentado ya ante le Consejo Superior del Partido Peronista, y en presencia de nuestro jefe supremo, el general Perón.
Ahora quiero que el pueblo argentino conozca por mí misma, las razones de mi renuncia indeclinable.
En primer lugar, y poniendo estas palabras bajo la invocación de mi dignidad de mujer argentina y peronista, y de mi amor por la causa de Perón, de mi patria y de mi pueblo, declaro que esta determinación surge de lo más íntimo de mi conciencia, y por eso es totalmente libre y tiene toda la fuerza de mi voluntad definitiva.
Yo, que ya he vivido varios años -los mejores de mi vida- junto al general Perón, mi maestro y amigo, he aprendido de él a pensar y a sentir y a querer, teniendo como únicos ideales la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. La felicidad del pueblo que, para mi acción se concreta en el bienestar de los trabajadores y la dignificación de los humilde; y la grandeza de esta Patria que Perón nos ha dado y que todos debemos defender como la más justa, la más libre y la más soberana de la tierra.
Yo evoco en este momento el recuerdo del 17 de octubre de 1945, porque en aquella fecha inolvidable me formulé yo misma, y ante mi propia conciencia, un voto permanente, y por eso me entregué desde entonces al servicio de los mas descamisados, que son los humildes y los trabajadores. Tenía una deuda casi infinita que saldar con ellos, que habían reconquistado a Perón para la Patria y para mí. Yo creo haber hecho todo lo que estuvo en mis manos para cumplir con mi voto y con mi deuda. No tenía entonces, ni tengo en estos momentos, más que una sola ambición, una sola y gran ambición personal: que de mí se diga, cuando se escriba el capítulo maravilloso que la historia seguramente dedicará a Perón, que hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevarle al presidente las esperanzas del pueblo, que luego Perón convertía en hermosas realidades, y que a esa mujer el pueblo la llamaba cariñosamente Evita.
Nada mas que eso: Evita, quería ser cuando me decidí a luchar codo a codo con los trabajadores y puse mi corazón al servicio de los pobres, llevando siempre como única bandera el nombre del general Perón a todas partes. Si con ese esfuerzo mío conquisté el corazón de los obreros y de los humildes de mi Patria, eso es ya una recompensa extraordinaria que me obliga a seguir con mis trabajos y con mis luchas.
Yo no quiero otro honor que se cariño. Aceptar ora cosa sería romper la línea de conducta que el impuse a mi corazón y darles la razón a los que no creyeron en la sinceridad de mis palabras. y que ya no podrán decir jamás que todos lo hice guiada por mezquinas y egoístas ambiciones personales. Yo sé que cada uno de los descamisados que me quiere de verdad ha de querer también que nadie tenga derecho a descreer en mis palabras, y ahora -después de esto- nadie que no sea un malvado podrá dudar de la honradez, de la lealtad y de la sinceridad de mi conducta. Por eso quiero que estén tranquilos mis descamisados: no renuncia a la lucha ni al trabajo; renuncio a los honores. He decidido renunciar al insigne honor de acompañarlo al general Perón en la fórmula presidencial; pero seguiré ocupando, como su más humilde colaboración, el puesto de batalla donde sirvo como pueblo al pueblo mismo, y como peronista al general Perón.
Junto a la Confederación General del Trabajo, y como una compañera más de los trabajadores seguiré siendo el puente de sus esperanzas ante el general Perón. Tenemos los compañeros de la Confederación General del Trabajo y yo mucho que hacer para cumplir con los objetivos geniales de nuestro Líder en estos años venideros. Crearemos juntos, luchando corazón a corazón, la unidad absoluta del justicialismo con el sindicalismo, a la sombra de la bandera peronista de la justicia social.
Por eso, y también porque aspiro a consolidar con mi trabajo y con mi propio ejemplo las fuerzas materiales y morales del Partido Peronista Femenino y Masculino, quiero seguir siendo nada más, pero nada menos, que la compañera Evita para todos: para los humildes, para los trabajadores y para Perón.
Esa es la única gloria y el único honro a que aspiro para mí. Yo sé que meditando estas razones mías, el mismo pueblo que me proclamó  el 22 de agosto también está conmigo ahora, y también quiere para mí esa única gloria y ese único honor. Yo me anticipé a su juicio definitivo, e interpretándolo, adopté mi decisión inquebrantable e irrevocable.
Guardaré, sin embargo, un recuerdo de eterna gratitud para todos los hombres y mujeres, los niños y los ancianos de mi pueblo, que estuvieron material o espiritualmente presentes en el Cabildo Abierto del 22 de agosto. Nunca se borrará tampoco de mi corazón la gratitud que siento para los compañeros de la Confederación General del Trabajo y para con la inmensa legión de trabajadores argentinos. Con ellos y por ellos, por los trabajadores y por los descamisados, seguiré luchando como hasta hoy con el corazón y con el pensamiento puestos en el general, nuestro Líder, nuestro conductor, nuestro maestro y para mí el amigo leal que con la grandeza extraordinaria de su alma supo dejar mi decisión de estos días librada al arbitrio de mi propia conciencia y de mi propia voluntad.
todas estas cosas me obligan a seguir luchando, todavía con más amor y con más energía que hasta el presente. Estoy segura que el pueblo argentino y el movimiento peronista que me llega en su corazón, que me quiere y que me comprende, acepta mi decisión porque es irrevocable y nace de mi corazón.
Por eso, ella es inquebrantable e indeclinable. Y por eso me siento inmensamente feliz, y a todos les dejo mi corazón.\»

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