Juan Duarte era el capataz de la estancia “La Unión” de los Malcolm, en el partido de General Viamonte. Había llegado a Los Toldos, llamado así por la cercanía a las tolderías de Coliqueo, desde su pago natal, Chivilcoy, a 30 kilómetros del lugar, en donde había dejado esposa y tres hijas por motivos personales.
Bajo su dirección el campo había prosperado y él recibía un porcentaje de las ganancias con lo que pudo ir haciéndose de unas parcelas de tierra. Su prestigio fue creciendo y en 1908 fue nombrado Juez de Paz. En Los Toldos, Juan Duarte conoció a Juana Ibarguren.
Juana Ibarguren pertenecía a una familia que contaba ya con tres generaciones en la zona. Su padre era puestero en el lugar. Era una jovencita de ojos oscuros y sonrisa agradable que conoció a Juan Duarte a los 15 años.
Entre los dos se inició una relación estable de la que nacieron 5 hijos : Blanca en 1908, Elisa en 1910, Juan Ramón en 1914, Erminda Luján en 1916 y por último, el 7 de mayo de 1919, María Eva que fue bautizada por el Presbítero Carmelo Micone en la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, de General Viamonte, el 21 de noviembre del mismo año.
Con esta breve historia hoy queremos recordar a nuestra querida Evita.
Ese 7 de mayo fue un día crucial para la Argentina en donde una chica humilde, última hija de una familia constituida “de hecho”, con una madre cabeza de esa familia que luchó sola para criar a sus cinco hijos, en un pueblito de la provincia de Buenos Aires, llegó a esta bendita tierra para cambiarla, para repartir amor, para hacer justicia con los más desprotegidos, los más pobres, con los que no tenían oportunidades, con los que eran como ella.
El 17 de octubre de 1951, cuando Evita recibió de manos del general Perón, la Gran Medalla Peronista en Grado Extraordinario, estaba muy pálida y había saludado al pueblo reunido en la Plaza de Mayo sostenida por Perón. Después de recibir la medalla, se fundieron en un largo abrazo y al verla tan emocionada, al comprender que no podía hablar, Perón tomó el micrófono y dijo :
“Nunca podría haberse resuelto un homenaje más justiciero, más hondo y más honorable que esta dedicación del 17 de octubre a Eva Perón. Ella no sólo es la guía y la abanderada de nuestro movimiento, sino que también es su alma y su ejemplo. Por eso, como jefe de este Movimiento Peronista, hago pública mi gratitud y mi profundo agradecimiento a esta mujer incomparable de todas las horas.” (“…”)
“Ella durante estos seis años, me ha mantenido informado al día de las inquietudes del pueblo argentino. Ese maravilloso contacto de todos los días en la Secretaría de Trabajo y Previsión, donde ha dejado jirones de su vida y de su salud, ha sido en holocausto a nuestro pueblo, porque a permitido que a pesar de mis duras tareas de gobierno, yo haya podido vivir todos los días un rato largo en presencia y contacto con el pueblo mismo.
Aparte de todo ello, ella ha tenido con su tino maravilloso, la guarda de mis propias espaldas, confiadas en su inteligencia y su lealtad, que son las dos fuerzas más poderosas que rigen el destino y la historia de los hombres”.
Evita será siempre la llama de la revolución.
LORENZO PEPE
Diputado de la Nación (m.c.)
Secretario General