Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de brea, de grasa, de aceite. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Era el suburbio de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba por primera vez en su tosca desnudez original.
Era el sustrato de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presentes, en su primordialidad, sin recatos y sin disimulos. Era el “de nadie” y el “sin nada”.
Raúl Scalabrini Ortiz.
Hoy se cumple un nuevo aniversario del día fundacional del Peronismo: el 17 de octubre.
Aquel coronel Juan Domingo Perón, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, había dado un giro al gobierno imprimiéndole una reivindicación: la justicia social para los trabajadores de los que nadie antes se había ocupado y desde el Estatuto del Peón, ya se había definido el enemigo: la oligarquía.
Una vez más, en la Argentina se veía claramente una línea divisoria que había sido estructural en nuestro país desde la época de los unitarios y los federales. Surgía del pueblo un hombre que llegaba a reivindicar a los más humildes, a darles dignidad, derechos, a reconocerlos como iguales.
El 10 de octubre de 1945, el coronel Perón, “relevado de sus funciones”, se despedía de sus compañeros en un pequeño palco ubicado en la calle Perú, sobre la vereda, y decía “Venceremos en un año o venceremos en diez, pero venceremos”.
No alcanzaba dejarlo sin sus cargos y el gobierno lo detiene y lo traslada a la isla Martín García. El pueblo entraba en ebullición. Un médico que lo visita decide su internación en el Hospital Militar.
A todo esto, la CGT había decidido un paro, reclamando la libertad de Perón para el día 18 de octubre pero, de a poco, mujeres y hombres fueron abandonando sus lugares de trabajo y dirigiéndose a la Plaza de Mayo a gritar su exigencia: querían que les devolvieran a Perón.
Eran inútiles los comunicados del Ministerio de Guerra que anunciaban que Perón no estaba detenido; una muchedumbre marchaba despacio, como podía, subidos a camiones, caminando, en bicicleta, ayudándose unos a otros, hermanados en un solo grito “Perón”.
El pueblo trabajador se abría paso; como anochecía, encendían diarios y los sostenían en sus manos callosas para alumbrar la llegada del hombre que los había escuchado, el que presentaba ante sus sueños una realidad concreta: la de una vida digna.
El gobierno no podía detener a esa marea humana iluminada que reclamaba la libertad de Perón. A las 11 de la noche de ese 17 de octubre, el coronel salió al balcón a hablar con su pueblo. Comenzó en ese momento una liturgia que nunca fue interrumpida. La gente le gritaba “¿Dónde estuvo? ¿Dónde estuvo?” Y él respondía “Estuve realizando un sacrificio que mil veces haría por ustedes””Únanse y sean más hermanos que nunca”.
Generosa y responsablemente, Perón los tranquilizó sin dar nombres de sus enemigos y al final de sus palabras dijo “Pido a todos que nos quedemos por lo menos quince minutos más reunidos, porque quiero estar desde este sitio, contemplando este espectáculo que me saca de la tristeza que he vivido en estos días”.
El 17 de octubre es para siempre el Día de la Lealtad porque ese joven coronel Perón fue rescatado de la prisión por sus fieles.
Ese 17 de octubre de 1945 nacía un Movimiento social que aún perdura y que creció bajo la conducción de Juan Domingo Perón y llevando adelante las banderas que no declinamos de Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política.
Una vez más decimos ¡VIVA PERÓN!